No queremos clases magistrales, huimos de las demostraciones presenciales, nos aburren los detalles técnicos y nos dormimos con lo obvio, en definitiva, lo que queremos es que nos cuenten algo, algo que merezca la pena, que nos emocione, nos enseñe y nos haga sentir bien, queremos vivir lo que nos cuentan y contar lo que vivimos porque la vida se compone de historias que vivimos primero para contarlas después; y, curiosamente, nuestra atención no suele ir a quien vive o cuenta la mejor historia, sino a quien cuenta mejor su historia.
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Y en ese ‘contar mejor una historia’ es donde los medios y el uso que hacemos de ellos pintan mucho: la web, los blogs, la publicidad, campañas de marketing, medios de comunicación, las redes sociales… todos ellos son posibles vehículos de nuestra historia y, como todos son en el fondo lo mismo –transmisores de nuestro mensaje- caemos en el error de usarlos todos y a la vez, más los gratuitos, para lo mismo y también a la vez, de ahí a la saturación y la pérdida de credibilidad hay un paso bien corto.
Twitter no es lo mismo que Facebook, como Facebook no es igual a Google+, como es Pinterest o como es Youtube diferente de todos los anteriores…
Es más, las redes sociales no son sólo diferentes porque una sólo permita mensajes en 140 caracteres, otra muestre mensajes gráficos con más texto o la de más allá video; son también diferentes porque lo son sus usuarios y porque, aun cuando los usuarios se repitan, no se repite su comportamiento, actitud ni objetivo, es decir, un usuario de redes sociales no busca lo mismo en twitter que en Facebook y si no busca lo mismo es un absurdo y un error empeñarnos en ofrecerle lo que ni busca ni quiere.
Las historias han de ser permeables y flexibles, capaces de hacerse al medio que las transmite y ofrecer en él lo que los usuarios esperan encontrar, eso como base porque caben las sorpresas… pero han de ser siempre sorpresas adaptadas al medio que las soporta.
La flexibilidad y la capacidad de adaptación son virtudes impagables hoy en día en nuestras historias, en las historias de nuestros productos, en las de nuestra firma… Y por supuesto, la inteligencia también juega a esto de contar historias –tanto la emocional como la científica- y juega en primera instancia para decidir qué contar, dónde contarlo y cómo contarlo, por ese orden además:
La respuesta a la primera pregunta –qué contar– es fácil, lo que se cuenta es la historia de la firma o el producto, una historia que toque los sentidos de quien la recibe en dirección a los productos que subyacen al relato. La segunda pregunta –dónde contarlo– es precisamente esa, el dónde antes que el cómo aunque a priori parezca absurdo… no lo es , dónde va primero porque antes de lanzar tu historia al mundo has de saber dónde está tu público objetivo, de nada sirve que montes una campaña brillante sobre siete redes sociales si tu público es offline, por ejemplo.
Teniendo claro el qué y el dónde ya sólo queda el cómo… cómo cuentas el ‘qué’ en cada uno de los ‘dónde’ elegidos.
Nos morimos por una buena historia, por una historia bien contada… cuéntala… y cuéntala bien.
Berta Rivera es una filóloga que trabaja en ventas, relata en loff.it, escribe un blog (ahora vergonzosamente desactualizado) y cuenta cuentos al caer la noche por esas cosas de la maternidad. Me declaro fan de la creatividad aplicada a la vida, a las pequeñas cosas y a la comunicación… porque las cosas no se dicen, se cuentan.
Muy bueno, me encanta como escribes !!! Totalmente de acuerdo contigo en que lo que realmente busca el lector, no es el contenido en sí, buscamos esxperiencias bien contadas.
Gracias por los post !!!
Te sigo desde hace poco y me identifico bastante con tus escritos. Por cierto, soy filóloga y me encanta encontrar una colega por aquí
Saludos
Muy interesante el articulo y estoy totalmente de acuerdo, la saturación y encontrar lo que no buscas ahí, hace que no quieras volver a saber de esa idea o esa red.