En el tiempo que llevamos a vueltas con la trascendencia de las historias en este espacio, hemos hablado ya de cuánto y cómo importan el poder de seducción de un relato y su sensualidad porque, al fin y al cabo, somos seres sensuales; en incontables ocasiones actuamos en base a lo que sentimos, y es que sentir no es sólo un pulso acelerado, una mariposa –o un tropel- en la boca del estómago ni es acción y reacción exclusiva del corazón… Sentir es ver y mirar, es oír y escuchar, oler y husmear, saborear y degustar, tocar y acariciar, también pensar y razonar. Y tras sentir, soñar e imaginar para crear, vivir… y comprar.
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Ahora bien, todo este baile de sentidos no puede llevarnos al caos, una marca no puede desembarcar camino de sus clientes potenciales con fanfarrias y timbales, un logo de mil colores ni otras tantas historias deslavazadas, inconstantes, inconscientes, desarraigadas… por muy sensuales que éstas puedan parecer. Y es que nos falta un sentido, el que debe orquestar el baile y dirigir los pasos… el sentido común.
La primera herramienta, no ya de un buen relato sino previa a él, de la que debe proveerse una firma al afrontar su relación con sus clientes potenciales es el sentido común, la lógica más básica y primaria, lo esencial. Y, como toda herramienta, el sentido común ha de saber usarse porque, tanto por exceso como por defecto, su injusta medida mata el encanto, la historia y el relato.
El sentido común es el que nos dicta las preguntas que necesitamos responder antes de afrontar nuestro relato y el medio o medios sobre los que vamos a sustentarlo: no hacernos pregunta alguna es un grave error y responderlas en base, única y exclusivamente, al sentido común, el error contrario: el sentido común coordina, da forma, belleza y lustre, jamás constriñe ni limita, tampoco permite el caos ni la inconsistencia.
El sentido común es al final la inteligencia del relato, la chispa que se enciende en el momento menos pensado porque sobre él todo fluye, suena, vibra y luce.
Pero, volviendo a los dictados del sentido común ¿qué tipo de preguntas ha de lanzarnos? Algunas sobre nosotros y nuestros productos para, sobre las respuestas, comenzar el dibujo de nuestros clientes potenciales, dibujo que se convertirá en una ilustración a doble página cuando las preguntas pasen de nosotros a ellos. ¿Qué ofrezco? ¿para qué sirve lo que ofrezco? ¿a quién le puede interesar? y esos quienes… ¿quiénes son? ¿cómo son? ¿a qué dedican su tiempo y sus euros? ¿qué les incita y provoca? …preguntas todas, sin duda, de múltiple respuesta sobre las que hablaremos largo y tendido de aquí a una semana. Aquí mismo.
Berta Rivera es una filóloga que trabaja en ventas, relata en loff.it, escribe un blog (ahora vergonzosamente desactualizado) y cuenta cuentos al caer la noche por esas cosas de la maternidad. Me declaro fan de la creatividad aplicada a la vida, a las pequeñas cosas y a la comunicación… porque las cosas no se dicen, se cuentan.
Berta, me encanta tu post, creo que el sentido común, es lo que hace que lleguemos lejos. Y sobre todo como bien dices, el poder de persuasión y seducción. No nos olvidemos que un producto tiene que ir unido a un paquete de organza y puntos rojos. Y si ya le ponemos lazo, el producto se vende. Pasa lo mismo con las presentaciones de los libros. Si uno utiliza un tono aburrido, monótono……..Nadie nos compra. Aquí os dejo, las 5 razones para sofreir una presentación de mi libro Ácido Fólico.
http://lidiaherbada.com/5-ingredientes-para-sofreir-una-presentacion-de-un-libro/