No lo dudamos, les contamos cuentos a los niños desde antes incluso que tengan uso de razón; es algo que ni nos planteamos, lo hacemos casi por instinto y sólo cuando los pequeños van creciendo comenzamos a pensar en el mensaje que encierra cada cuento y a elegirlos en función no sólo del gusto sino de lo que queremos transmitir a los niños.

Leyendo un cuento

 Derechos de foto de Fotolia

No necesitamos aprender a respirar. No necesitamos recordarle a nuestros corazones que deben latir. Tampoco necesitamos aprender a escuchar buenos cuentos y mucho menos a contarlos nosotros mismos. El cuento es una forma de comprensión característica de los seres humanos y, como tal, prevalece sobre toda diferencia cultural. (Jostein Gaarder)

Contamos cuentos a los niños por muchas razones, pero hay dos que son básicas, esenciales: porque los entienden y porque son el alimento de la imaginación en la que ha de desarrollarse la creatividad que les permita ser resolutivos y ocurrentes.

Decía Hodding Carter que sólo dos legados duraderos podemos dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas. En el amor y el cariño, en el hogar, crecen las raíces y en los cuentos, las alas; por eso nos convertimos en cuentacuentos de forma casi instintiva.

Siendo el cuento tan poderosa e universal herramienta ¿cómo no seguir contándonos cuentos cuando dejamos atrás la niñez? Los cuentos enamoran y encantan porque nos conectan con nuestros sueños y anhelos, nos arrancan sonrisas y nos predisponen casi a-lo-que-sea.

Claro que hablamos, como hacemos siempre, de cuentos bien pensados, bien hilados y bien transmitidos, con la carga de sensorialidad, sensualidad y emotividad justa en cada caso. Y también con su nivel justo y necesario de honestidad porque, si bien es cierto lo que decía Gunter Grass:

Las personas siempre han contado cuentos. Mucho antes de que la humanidad aprendiera a leer y escribir, todo el mundo escuchaba cuentos. Y había narradores que los contaban mejor que otros, es decir, que la gente les creía más sus mentiras.

No lo es menos lo que nos dice Rosa Montero:

Mucho de lo que cuento en primera persona como si se tratara de una autobiografía es pura mentira. Ahora, que esas mentiras puedan tener una cantidad de verdad dentro, es otra cosa.

En definitiva, los cuentos son historias imaginadas e inventadas… que se inspiran tanto en la realidad como en los sueños y dentro de las que late la verdad por eso son un lenguaje universal, por eso gustan y enganchan, por eso funcionan como vehículos para transmitir información.

Y por eso el Storytelling es más, mucho más, que una moda o un invento del nuevo marketing, es la expresión mínima y máxima de nuestra capacidad para comunicarnos y comprendernos.

Dice Jostein Gaarder que más allá de toda división política, cultural e histórica, el cuento proporciona a la humanidad en su conjunto una lengua materna común. Una lengua materna que no se transforma ni se diluye a su contacto con otras ni en su uso, añado, porque es un idioma ligado a nuestra emocionalidad e imaginación, al niño que en cierta medida nunca dejamos de ser.

Vestirse de cuento, vestir una firma o un producto de cuento… es una buena idea… siempre que el cuento sea bueno y esté bien contado.

Berta Rivera es una filóloga que trabaja en ventas, relata en loff.it, escribe un blog (ahora vergonzosamente desactualizado) y cuenta cuentos al caer la noche por esas cosas de la maternidad. Me declaro fan de la creatividad aplicada a la vida, a las pequeñas cosas y a la comunicación… porque las cosas no se dicen, se cuentan.

Un comentario en «¿Por qué contamos cuentos a los niños?»

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